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jueves, 12 de abril de 2012

De todo y de nada.

No entiendo esta preocupación absurda de la gente por el qué dirán.
No importa cómo seas tú ni cómo sea tu vida, importa cómo creen los demás que son.
Y no lo comprendo.

¿Qué pensará la gente si digo que fue mi ex quién me dejó a mí? Ja, mira ésta, que decía que su relación era idílica y que tenía al tipo totalmente enamorado y la deja por otra, si es que se veía venir...
Y ¿qué carajo importa eso? ¿Acaso crees que la gente no sabe sumar dos y dos y no se da cuenta de que, en efecto, tu ex te dejó por otra y mentiste sobre lo maravillosa que era vuestra relación? Y a eso le añadimos que mientes respecto a la ruptura, que no hace más que empeorar las cosas.
¿Qué pasa si te dejó? A todas nos han dejado, por otra, porque no nos querían, por lo que sea.
Y todas hemos dejado también. No veo cuál es el problema.

Yo no miento en cuanto a esto, Perenganito me dejó y a Fulanito lo dejé yo y eso ahora poco importa porque el caso es que se terminó y no estamos juntos, fin. ¿Qué más dará quién dejara a quién?

¿Qué dirá la gente si les cuento que me echaron del trabajo o que no me renovaron? No, es mucho mejor decir que fui yo quien se fue.
Claro, porque nadie sabe cómo está la situación laboral en la actualidad y nadie sabe que hoy en día no trabajas donde quieres sino donde puedes y dando gracias.
La gente es que es tonta y se lo cree todo, de hecho después de esto puedes contarle si quieres una de vaqueros.

Y digo yo: al final del día, cuando te metes en la cama, ¿no sigue tu ex habiéndote dado la patada? ¿No sigues teniendo que haberte ido a currar a Burgos porque en Cuenca no encontrabas nada? ¿No sigue tu novio actual no siendo lo que esperabas? Pregunto yo, eh...

Tal vez ese sea mi problema, que me importa muy poco lo que los demás piensen de mí.
Suelo hacer lo que considero, según mis valores morales, mi código ético propio y mi conciencia, que debo de hacer. Y me importa un carajo si hay gente que piensa que soy tonta por perdonar esto o aquello, rencorosa por no haber dejado pasar lo otro, soberbia por no haber tragado con lo de más allá.
Es mi vida, hago muchas cosas por los demás, por no ver mal a los demás, por hacer felices a los demás, por ayudar a los demás. Pero también necesito hacer cosas por mí misma. Al final del día, cuando me acuesto y apago la luz... me importa cómo he hecho sentir a la gente que quiero y cómo me he sentido yo.
Importa si yo estoy orgullosa de mí misma, si estoy feliz con mi vida, si he hecho lo que consideraba que tenía que hacer, no en base a lo que la gente opine al respecto sino en base a mis creencias.

De nada sirve que diga que mi novio es perfecto porque se acerca mucho a la perfección pero deja su ropa tirada por donde le pille. Obviamente esto es una minucia pero es una minucia que al cabo de equis días me enerva un poco (sobre todo si tengo el SPM).
No importa que diga que tengo un millón de amigos fabulosos porque no tengo un millón de amigos -ni falta que me hace que yo entre las multitudes me agobio rápido- ni son fabulosos. Son como son, a veces mejores y a veces peores pero así los acepto porque nadie es perfecto, yo la primera, y los quiero tal y como son.
No tengo el trabajo de mis sueños ni cuatro carreras y seis másters. ¿Y? ¿Me hace eso peor persona? Sigo ayudando a señoras a cargar las bolsas de la compra escaleras arriba o un tramo del camino, sigo ayudando a señores mayores, a mamás con carritos o a chicas con maletones a bajar las escaleras. Sigo sacando un kleenex y preguntando cuando veo a alguien llorar en el metro. Sigo cuidando y mimando a mis bebés (mis gatos) y vigilando si están bien o tienen un ojito malito, han devuelto o no juegan y están tristes. Sigo tomándome el tiempo de escribir unas palabras de ánimo para quien las necesita. Sigo arriesgándome a parecer borde o insensible al decirle las cosas claras a la cara a quien no quiere verlas pero necesita que le abran los ojos... aunque eso pueda suponer una riña, un malestar, un momento de silencio e incomodidad pero lo hago porque creo que es lo mejor.
Sigo intentando ser mejor persona cada.

... Y eso me lleva a por qué al final del día cuando me meto en la cama lloro. Porque mi vida no es perfecta a pesar de que quienes me rodean quieran hacerme ver que está muy bien.
Claro que está muy bien y doy gracias todos los días por la vida que tengo, por mi familia, mi pareja, mi casa, la salud de los que quiero.
Pero aunque el trabajo que tenga en el futuro pueda sonar mucho más glamuroso y esté mejor pagado... no es mi vocación.
No me importa si mi vocación repele a otros, si les provoca mareos, si exclaman aquello de ¡yo nunca podría hacer eso!, no importa si tiene menos días de descanso, si no me permite ir de punta en blanco cada día, si llego a casa sudorosa y derrotada con dolor de piernas la mayoría de las veces, con dolor de alma las demás.
No importa nada porque esa es mi vocación, ayudar a la gente. Y por eso cuando me acuesto y me quedo sola conmigo misma en silencio me da exactamente igual que otros piensen que ese trabajo lo podría hacer un mono adiestrado pero que está bien pagado por no dar un palo al agua o que mi vocación no es una carrera, eso debería de ser una FP como mucho porque no es para tanto.
No me esfuerzo en hacer creer a la gente que mi vida es gloriosa y fantabulosa porque no lo es. Es una vida, sin más. Y es la mía, por más señas, de modo que tengo que vivirla y ser feliz con ella yo, no los demás.
Porque por mucho que yo pueda decir y maquillar, por mucho que pueda aparentar y dar a entender... al final del día, solas en la cama, sólo estamos yo... y mi vida real. La vida que por más que adorne y sazone es la que es, sin trampa ni cartón.

Al final del día, solas en la cama, quedamos mi pareja y yo. Mi familia y yo. Los amigos que no se han ido y yo. Mis bebés y yo. Mi trabajo y yo. Mi conciencia, mi mente y yo.

Y mi conciencia, mi mente y yo podríamos engañar a los demás pero no a nosotras mismas. Porque eso es de cobardes. Y yo cobarde no he sido nunca, por eso estoy aquí. En esta cama y no en otra, con este trabajo y no otro. Porque le eché demasiados cojones, porque me revolví, chillé, pataleé, levanté la liebre. Y en este país pensar y sublevarse está muy mal visto y hasta penado por ley.

Y así nos va. A mí y a todos. Pero ya sabéis, es preferible morir de pie a vivir de rodillas. Para no ser un mentiroso y un cobarde al final del día, cuando nadie te ve y no puedes escapar de la cruda realidad.

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